De los 16 a los 19 años vivía con mis papás en una casa en el Cerro Recreo de Viña del Mar, la casa no estaba en la punta del cerro… sino más bien en la parte baja de dos pliegues de este, lo que la hacía estar en la parte baja del cerro, paradójico, ¿no? Me sucedía con frecuencia en esos años de mi vida la sensación de ahogo en la casa de mis viejos, mirando en retrospectiva parece que en ese periodo siempre estaba luchando contra algo… o buscando luchar contra algo, así que, a momentos, cuando no podía más escapaba y me iba a la parte alta del cerro a observar desde otro lugar la casa en que vivía. En ese lugar encontraba una suerte de paz que me reconfortaba, parece que, mirando desde fuera la casa, viendo cómo se encendían y apagaban las luces, viendo como salían y entraban de la casa al patio, como mi viejo regaba, me permitía dejar de pelear, volvía a respirar y entendía lo que pasaba ahí abajo, o por lo menos eso creía. Tener este pequeño ritual me permitía llegar a la casa más liviano, sin ánimo de pelea… no me duraba mucho, pero era bueno mientras sucedía.
¿Qué me permito aprender de esta experiencia?, ¿Cómo aprendí a crear mi lugar para observar la vida?… primero quiero aclarar que solo vemos aquello que somos capaces de ver, crear o aprender a crear un lugar para ver la vida es un desafiante ejercicio conversacional, importante de distinguir para vivir… antes de entrar directamente en cuestión, hay algo que sería a mí parecer una especie de NO OBSERVAR O NO PERMITIRSE VER… y el “no observar” a mi parecer tiene nombre de VERDAD o cuando llegamos a la suposición de que tenemos la VERDAD de algo, sobre algo o alguien, sobre todo… ufff¡¡¡ qué espacio más inmovilizante es suponer tener la verdad. Tener la verdad no permite ver algo nuevo, tener le verdad no permite hacer algo nuevo, tener la verdad no permite emocionarse de una nueva forma… Así que si me preguntas en qué consiste ese lugar para observar y aprender, lo primero que te diré… no sé qué es con claridad, pero lo que si estoy seguro es que no es la verdad absoluta sobre algo o alguien…
Me pasó hace un par de años, haciendo un coaching de grupo a un equipo, quienes llegaron a consultarme por temas de clima laboral que querían trabajar como grupo y superar, había tenido un par de excelentes experiencias anteriores con otros grupos y me sumergí en el trabajo, confiado de mis capacidades como coach y confiando en el grupo de personas a las que iba a intervenir… recuerdo el ahínco que puse en el diseño de las conversaciones por reunión… claro, pensaba yo, tengo que generar este contexto, para mostrar esto, desafiar a esto otro, llegar a esta conclusión, permitir que suceda esto, esperar a que se vean y declaren lo que les pase… pensaba en el cuerpo que tenía que tener para generar estos contexto y estar ahí, presente al servicio del grupo… bueno, como se imaginan no pasó nada de lo que pensaba debía pasar… no me pude conectar, no pude hacer que se conectarán, no pasaron las cosas que debían pasar… me desesperé, porque eran personas y era un espacio hermoso en el que se podían encontrar para tener esas conversaciones que los uniría más, donde aprenderían del otro… y en la segunda sesión lo intente con mayor tesón, tenía que pasar esto… tenía que lograr esto otro… tiene que pasar, tiene que ocurrir… ¡Vamos, mírense a los ojos!… al final de esa sesión caí en una profunda angustia, me llegue a cuestionar mi capacidad como coach, abrí conversaciones con muchas personas a las que les doy gran autoridad por su experiencia y dominio, me regalaron sus maravillosas interpretaciones, me hicieron preguntas que solo abrían espacio de aprendizajes para mi… camino a mi tercera sesión, ya no tenía esa confianza y tranquilidad sobre el proceso… empecé a dejar de confiar en mí y en el grupo para alcanzar ese espacio de aprendizaje que me habían pedido generar. Antes de entrar a preparar el salón me topé con el encargado de RRHH y me comentó alegre como había visto un cambio en la actitud del grupo, incluso se abrieron conversaciones para generar espacios de encuentro mayor entre ellos a nivel organizacional, cosa que según él nunca había pasado… este comentario me hizo sentir confundido, ¿cómo?… si no está pasando lo que debía pasar… y por un segundo, mientras ordenaba las sillas del salón me pregunte, ¿Qué estas escuchando en este proceso?… ¿Te estas escuchando a ti? o ¿Estas escuchando al grupo?… la gente llegó de a poco, se sirvieron un café, conversaron un par de temas al pasar, yo los veía en silencio… ´nos sentamos para empezar el trabajo y antes de empezar internamente me pregunte ¿y qué pasaría si me dedicara a escucharlo a ellos y no a mí?…
Cuando me dejé de escuchar, vi un grupo de gente que se desafiaba y se estaba empezando a mover, de acuerdo a su contexto y capacidades, pero aun así valientemente desafiándose… cuando me dejé de ver sólo a mí, los empecé a ver a ellos y de todo lo que me estaba perdiendo… no era lo que pensé que tenía que ser… fue lo que ellos necesitan, cuando lo comprendí me dieron permiso para acompañarlos en las siguientes sesiones. Si me preguntas cuál es ese lugar para observar, lo primero que te diré… no sé qué es, pero lo que si estoy seguro es que no es algo aislado de mí, “Lo que hacemos determina nuestra forma de ser en el mundo, por lo tanto, nuestra interpretación de él”. Si no tenemos una observación clara de lo que hacemos y de lo que nos permitimos hacer, y no entendemos que esto depende de lo que somos capaces de ver (externalizamos nuestra mirada), se me hace difícil conectarme con un espacio de claridad frente al fenómeno de lo humano.
Sí me preguntas desde que lugar observo al momento de tener una conversación transformadora, me da la sensación de que tiene que ver con un nivel de conciencia, de darme cuenta de quién soy, tener la humildad para reconocer el cómo reconocemos, cómo vemos, cómo escuchamos, cómo sentimos. Tiene que ver con una determinada manera de vivir la vida y del cómo le conferimos sentido a lo que nos pasa en esa vida, a la vida misma. El lugar para observar desde mi ser coach tiene que ver con el acto de reconocimiento de “VER AQUELLO QUE VEMOS, DE LA MANERA COMO LO VEMOS”, ya que no vemos las cosas tal como son, sino tal como somos.
Estar al servicio del otro a través del coaching, tiene que ver con alcanzar este lugar, donde soy capaz de escuchar, entendiendo como escucho, soy capaz de ver, viendo como veo, soy capaz de sentir sintiendo lo que siento, estar al servicio del otro, tiene que ver desde este lugar con mi capacidad de observar cómo observo.
¿Qué hubiese pasado, si en vez de comprarme lo que escuchaba del grupo de trabajo, me hubiese dado cuenta de que me estaba escuchando solo a mí y no lo que me quería decir el grupo?
Llegar a ese lugar para observar, es llegar a un espacio mental que me permita ser consciente y responsable del lugar en que observo las cosas. Es saber cómo es el lugar donde me siento a observar lo que pasa. Es como yo a los 19, cuando salía de casa a sentarme en la punta del cerro a ver la casa de mis viejos… pero esta vez siendo consciente del lugar en que me paro y lo que me permito ver en ese lugar.
Coméntame que apareció en ti al leer sobre el lugar para observar.
Cariños.